La Catena áurea es la obra de santo Tomás de
Aquino que le ganó fama en vida, aunque la Suma
Teológica sea su obra más conocida póstumamente.
Cuando un cristiano lee esta joya de la literatura
teológica no puede sino reconocer que es justo el
elogio que sobre el santo doctor recoge el Papa León
XIII en su encíclica Aeterni Patris: “entre los
Doctores escolásticos brilla grandemente Santo Tomás
de Aquino, Príncipe y Maestro de todos, el cual, como
advierte Cayetano, «por haber venerado en gran manera
a los antiguos Doctores sagrados, obtuvo de algún modo
la inteligencia de todos»”. La Catena áurea es el más
claro testimonio de la veneración de santo Tomás por
los antiguos doctores y los Padres de la Iglesia. Es,
en efecto, una lección de los Evangelios en la que la
mente del Doctor Angélico se manifiesta tan sólo
mediante un magistral encadenamiento de comentarios
patrísticos de la Escritura.
A partir de ahora y cada semana queremos ofrecer a
los lectores de esta página virtual dedicada a la
liturgia el pasaje de la
Catena áurea referido al Evangelio de la
Misa. No podemos copiarlo en su integridad porque
sería demasiado largo, pero sí traeremos unos
fragmentos que pensamos pueden ser útiles al Pueblo de
Dios, bien sea para comprender mejor el texto mismo
del Nuevo Testamento, o bien sea para profundizar en
las enseñanzas de nuestro Señor. He aquí, pues, el
comentario a Juan 6, 1-15:
Beda. Si alguien considera
diligentemente las palabras de los Evangelistas,
fácilmente se dará cuenta de que hubo un espacio de un
año desde que Juan fue degollado hasta la Pasión del
Señor. Pues como Mateo dice que habiéndose enterado del
asesinato de Juan se apartó a un lugar desierto y allí
alimentó a las turbas, y Juan dice que estaba próxima la
Pascua de los judíos cuando alimentó a las turbas,
abiertamente se demuestra que Juan fue degollado cuando
era inminente la fiesta de la Pascua. Pero pasado el
espacio de un año, padeció Cristo en la misma
festividad. Sigue que cuando Jesús levantó los ojos y
vio que una enorme multitud venía a Él, dijo a Felipe:
¿dónde compraremos panes para que coman todos éstos? Y
dijo “cuando Jesús levantó los ojos” para que
aprendiéramos que Jesús no llevaba sus ojos de aquí para
allá, sino que púdicamente se sentaba atento con sus
discípulos.
Agustín. Un tipo de tentación lleva al
pecado, y Dios nunca tienta de este modo. Pero hay otro
tipo de tentación con el que se acrisola la fe. En este
sentido se dice que Cristo probó a su discípulo. Esto no
significa que Él ignorara qué iba a decir Felipe, sino
que se está hablando a la manera humana. Pues como
cuando se dice “el que escruta los corazones de los
hombres” no se habla de un escrutar que nazca de la
ignorancia, sino de uno que nace de un conocimiento
certísimo: del mismo modo, cuando aquí se dice que lo
tentó, no se dice otra cosa sino que lo conocía con
total certidumbre. Otra cosa es decir, como aquí, que lo
probaba, para llevarlo por medio de tal pregunta al
conocimiento certísimo del signo. Por esto, para que por
la imperfección de la expresión no se sospechara que se
implicaba algún menoscabo [en Jesús], añade el
Evangelista que Él sabía lo que iba a hacer. Alcuino.
Preguntaba, entonces, no para aprender las cosas que
ignoraba, sino para mostrar su torpeza al aún rudo
discípulo, ya que éste por sí solo no era capaz de
examinarla. Teofilacto. O también no como quien no
conoce su corazón, sino como quien quiere mostrarlo a
los otros. Agustín de Cons. Evang. Pero si el Señor,
según la narración de Juan, al divisar a las turbas
interrogó a Felipe, probándolo, de dónde podrían darles
alimento, puede suscitarse la pregunta de cómo pueda ser
verdadero lo que narraron los otros, que antes le
dijeron al Señor los discípulos que despidiera a las
turbas, y que el Señor les respondió, según Mateo, “no
tienen necesidad de irse, dadles vosotros de comer”. Se
entiende, entonces, que después de estas palabras el
Señor divisó a la multitud y le dijo a Felipe lo que
recuerda Juan y que omitieron los otros. Crisóstomo. O
de otra manera. Aquellos hechos son distintos de éstos y
no ocurrieron en el mismo espacio de tiempo.
Teofilacto. Sigue el pasaje diciendo
que entonces tomó Jesús el pan y, después de haber dado
gracias, lo distribuyó a quienes estaban recostados; y
de modo semejante también los peces. Tanto como
quisieron. Crisóstomo. Pero, ¿por qué, habiendo de sanar
al paralítico, no ora, ni antes de resucitar a los
muertos, ni al pacificar el mar, y aquí, en cambio, ora
dando gracias? Para mostrar a quienes comienzan a comer
que conviene dar gracias a Dios. Se puede explicar de
otra manera diciendo que ora sobre todo antes de
realizar las cosas menores para que aprendas que no ora
porque le haga falta. Pues si le hiciera falta orar, lo
haría con mucha mayor razón en las cosas mayores, pero,
porque hace estas cosas por su propia autoridad, es
manifiesto que ora aquí por condescendencia con
nosotros. También se puede decir que porque estaba
presente una gran turba convenía persuadirlos de que
había venido conforme a la voluntad de Dios: por ello,
cuando obraba algún milagro ocultamente, no oraba, pero
sí oraba ante la multitud, para que no pensaran que se
haría algo opuesto a Dios.
Crisóstomo. Mira cuánta es la
diferencia entre el siervo y el señor: porque los
profetas como quienes tenían gracia según una cierta
medida, así obraban los milagros; pero Cristo, que
actuaba con un poder absoluto, obraba en todo con gran
superabundancia. Se sigue que, cuando estuvieron
satisfechos, dijo a sus discípulos: recoged los
fragmentos que sobraron, no sea que se pierdan.
Recogieron entonces y llenaron con los fragmentos doce
cestos. Ciertamente no fue superflua esta ostentación,
sino que se hizo para que los hombres no estimaran que
nada había ocurrido sino en la fantasía. Por esto mismo
hizo el milagro a partir de una materia sujeta a su
poder. Pero, ¿por qué no dio los fragmentos a la
multitud para que se los llevaran, sino a los
discípulos? Porque quería sobre todo instruir a ésos que
debían ser más tarde los maestros del orbe de la tierra.
Yo no sólo admiro la multitud de panes que hizo el
Señor, sino también la medida exacta de los que
sobraron, porque no hizo que sobraran ni más ni menos,
sino tanto como quería, es decir, doce cestos, según el
número de los doce Apóstoles. Teofilacto. Aprendimos del
milagro realizado a no volvernos pusilánimes a causa de
las estrecheces de la pobreza. Beda. Y cuando las turbas
hubieron visto el milagro que hizo el Señor, se
admiraban, porque aún no sabían que es Dios. Por eso
añade el Evangelista que esos hombres, porque eran
carnales y entendían de modo carnal, una vez que vieron
el milagro que había hecho, decían que éste es
verdaderamente el Profeta que había de venir a este
mundo.
Agustín. Pero ha de considerarse lo que
se dice: pues porque Dios no es de tal substancia que
pueda verse con los ojos, y porque a causa de su
constante repetición ignoraron de sus milagros ésos con
los que rige el mundo y administra toda creatura,
reservó para sí algunas cosas que habría de hacer en el
tiempo oportuno y apartándose del curso acostumbrado y
del orden de la naturaleza, para que se quedaran
estupefactos al ver no las obras más grandes, sino las
más insólitas, aquellos que no repararon en las
cotidianas. Pues mayor milagro es el gobierno de todo el
mundo que el dejar satisfechos a cinco mil hombres con
cinco panes, y sin embargo, nadie se admira de aquello,
sino que los hombres se admiran de lo otro, no porque
sea mayor, sino porque es raro.
Agustín sobre el Evangelio de Juan.
Pero era un rey que temía hacerse rey, y no era un rey
que pudieran hacer tal los hombres, sino tal que es
quien daría a los hombres el reino. Siempre reina Él con
el Padre según que es Hijo de Dios. Pero los profetas
predijeron su reino según que Cristo se hizo hombre e
hizo fieles suyos a los cristianos, que son su reino,
que ahora se congrega, ahora se compra con la sangre de
Cristo. Pero en algún momento será manifiesto su reino,
cuando se revele la gloria de sus santos, después del
juicio que Él llevará a cabo. Mas los discípulos y la
multitud que creyó en Él pensaron que Él había venido
para reinar inmediatamente. Por esto querían arrebatarlo
y hacerlo rey. Crisóstomo sobre Juan. Observa cuánto es
el poder de la gula. Ya no se preocupan de la
transgresión del sábado, ya no tienen celo por la cosas
de Dios, todo ha sido quitado del medio, una vez que
tienen el vientre repleto. Y ya era profeta entre ellos,
ya querían entronizarlo como rey. Pero Cristo huyó,
enseñándonos a despreciar los honores mundanos.