La Catena áurea
Domingo 17º de tiempo ordinario B
29 de julio de 2012

Primera lectura: 2 Reyes 4: 42-44
Salmo responsorial: 145:10-11, 15-16, 17-18
Segunda Lectura: Efesios 4: 1- 6
Evangelio: San Juan 6: 1-15

 
Juan 6, 1-15

La Catena áurea es la obra de santo Tomás de Aquino que le ganó fama en vida, aunque la Suma Teológica sea su obra más conocida póstumamente. Cuando un cristiano lee esta joya de la literatura teológica no puede sino reconocer que es justo el elogio que sobre el santo doctor recoge el Papa León XIII en su encíclica Aeterni Patris: “entre los Doctores escolásticos brilla grandemente Santo Tomás de Aquino, Príncipe y Maestro de todos, el cual, como advierte Cayetano, «por haber venerado en gran manera a los antiguos Doctores sagrados, obtuvo de algún modo la inteligencia de todos»”. La Catena áurea es el más claro testimonio de la veneración de santo Tomás por los antiguos doctores y los Padres de la Iglesia. Es, en efecto, una lección de los Evangelios en la que la mente del Doctor Angélico se manifiesta tan sólo mediante un magistral encadenamiento de comentarios patrísticos de la Escritura.

A partir de ahora y cada semana queremos ofrecer a los lectores de esta página virtual dedicada a la liturgia el pasaje de la Catena áurea referido al Evangelio de la Misa. No podemos copiarlo en su integridad porque sería demasiado largo, pero sí traeremos unos fragmentos que pensamos pueden ser útiles al Pueblo de Dios, bien sea para comprender mejor el texto mismo del Nuevo Testamento, o bien sea para profundizar en las enseñanzas de nuestro Señor. He aquí, pues, el comentario a Juan 6, 1-15:

Beda. Si alguien considera diligentemente las palabras de los Evangelistas, fácilmente se dará cuenta de que hubo un espacio de un año desde que Juan fue degollado hasta la Pasión del Señor. Pues como Mateo dice que habiéndose enterado del asesinato de Juan se apartó a un lugar desierto y allí alimentó a las turbas, y Juan dice que estaba próxima la Pascua de los judíos cuando alimentó a las turbas, abiertamente se demuestra que Juan fue degollado cuando era inminente la fiesta de la Pascua. Pero pasado el espacio de un año, padeció Cristo en la misma festividad. Sigue que cuando Jesús levantó los ojos y vio que una enorme multitud venía a Él, dijo a Felipe: ¿dónde compraremos panes para que coman todos éstos? Y dijo “cuando Jesús levantó los ojos” para que aprendiéramos que Jesús no llevaba sus ojos de aquí para allá, sino que púdicamente se sentaba atento con sus discípulos.

Agustín. Un tipo de tentación lleva al pecado, y Dios nunca tienta de este modo. Pero hay otro tipo de tentación con el que se acrisola la fe. En este sentido se dice que Cristo probó a su discípulo. Esto no significa que Él ignorara qué iba a decir Felipe, sino que se está hablando a la manera humana. Pues como cuando se dice “el que escruta los corazones de los hombres” no se habla de un escrutar que nazca de la ignorancia, sino de uno que nace de un conocimiento certísimo: del mismo modo, cuando aquí se dice que lo tentó, no se dice otra cosa sino que lo conocía con total certidumbre. Otra cosa es decir, como aquí, que lo probaba, para llevarlo por medio de tal pregunta al conocimiento certísimo del signo. Por esto, para que por la imperfección de la expresión no se sospechara que se implicaba algún menoscabo [en Jesús], añade el Evangelista que Él sabía lo que iba a hacer. Alcuino. Preguntaba, entonces, no para aprender las cosas que ignoraba, sino para mostrar su torpeza al aún rudo discípulo, ya que éste por sí solo no era capaz de examinarla. Teofilacto. O también no como quien no conoce su corazón, sino como quien quiere mostrarlo a los otros. Agustín de Cons. Evang. Pero si el Señor, según la narración de Juan, al divisar a las turbas interrogó a Felipe, probándolo, de dónde podrían darles alimento, puede suscitarse la pregunta de cómo pueda ser verdadero lo que narraron los otros, que antes le dijeron al Señor los discípulos que despidiera a las turbas, y que el Señor les respondió, según Mateo, “no tienen necesidad de irse, dadles vosotros de comer”. Se entiende, entonces, que después de estas palabras el Señor divisó a la multitud y le dijo a Felipe lo que recuerda Juan y que omitieron los otros. Crisóstomo. O de otra manera. Aquellos hechos son distintos de éstos y no ocurrieron en el mismo espacio de tiempo.

Teofilacto. Sigue el pasaje diciendo que entonces tomó Jesús el pan y, después de haber dado gracias, lo distribuyó a quienes estaban recostados; y de modo semejante también los peces. Tanto como quisieron. Crisóstomo. Pero, ¿por qué, habiendo de sanar al paralítico, no ora, ni antes de resucitar a los muertos, ni al pacificar el mar, y aquí, en cambio, ora dando gracias? Para mostrar a quienes comienzan a comer que conviene dar gracias a Dios. Se puede explicar de otra manera diciendo que ora sobre todo antes de realizar las cosas menores para que aprendas que no ora porque le haga falta. Pues si le hiciera falta orar, lo haría con mucha mayor razón en las cosas mayores, pero, porque hace estas cosas por su propia autoridad, es manifiesto que ora aquí por condescendencia con nosotros. También se puede decir que porque estaba presente una gran turba convenía persuadirlos de que había venido conforme a la voluntad de Dios: por ello, cuando obraba algún milagro ocultamente, no oraba, pero sí oraba ante la multitud, para que no pensaran que se haría algo opuesto a Dios.

Crisóstomo. Mira cuánta es la diferencia entre el siervo y el señor: porque los profetas como quienes tenían gracia según una cierta medida, así obraban los milagros; pero Cristo, que actuaba con un poder absoluto, obraba en todo con gran superabundancia. Se sigue que, cuando estuvieron satisfechos, dijo a sus discípulos: recoged los fragmentos que sobraron, no sea que se pierdan. Recogieron entonces y llenaron con los fragmentos doce cestos. Ciertamente no fue superflua esta ostentación, sino que se hizo para que los hombres no estimaran que nada había ocurrido sino en la fantasía. Por esto mismo hizo el milagro a partir de una materia sujeta a su poder. Pero, ¿por qué no dio los fragmentos a la multitud para que se los llevaran, sino a los discípulos? Porque quería sobre todo instruir a ésos que debían ser más tarde los maestros del orbe de la tierra. Yo no sólo admiro la multitud de panes que hizo el Señor, sino también la medida exacta de los que sobraron, porque no hizo que sobraran ni más ni menos, sino tanto como quería, es decir, doce cestos, según el número de los doce Apóstoles. Teofilacto. Aprendimos del milagro realizado a no volvernos pusilánimes a causa de las estrecheces de la pobreza. Beda. Y cuando las turbas hubieron visto el milagro que hizo el Señor, se admiraban, porque aún no sabían que es Dios. Por eso añade el Evangelista que esos hombres, porque eran carnales y entendían de modo carnal, una vez que vieron el milagro que había hecho, decían que éste es verdaderamente el Profeta que había de venir a este mundo.

Agustín. Pero ha de considerarse lo que se dice: pues porque Dios no es de tal substancia que pueda verse con los ojos, y porque a causa de su constante repetición ignoraron de sus milagros ésos con los que rige el mundo y administra toda creatura, reservó para sí algunas cosas que habría de hacer en el tiempo oportuno y apartándose del curso acostumbrado y del orden de la naturaleza, para que se quedaran estupefactos al ver no las obras más grandes, sino las más insólitas, aquellos que no repararon en las cotidianas. Pues mayor milagro es el gobierno de todo el mundo que el dejar satisfechos a cinco mil hombres con cinco panes, y sin embargo, nadie se admira de aquello, sino que los hombres se admiran de lo otro, no porque sea mayor, sino porque es raro.

Agustín sobre el Evangelio de Juan. Pero era un rey que temía hacerse rey, y no era un rey que pudieran hacer tal los hombres, sino tal que es quien daría a los hombres el reino. Siempre reina Él con el Padre según que es Hijo de Dios. Pero los profetas predijeron su reino según que Cristo se hizo hombre e hizo fieles suyos a los cristianos, que son su reino, que ahora se congrega, ahora se compra con la sangre de Cristo. Pero en algún momento será manifiesto su reino, cuando se revele la gloria de sus santos, después del juicio que Él llevará a cabo. Mas los discípulos y la multitud que creyó en Él pensaron que Él había venido para reinar inmediatamente. Por esto querían arrebatarlo y hacerlo rey. Crisóstomo sobre Juan. Observa cuánto es el poder de la gula. Ya no se preocupan de la transgresión del sábado, ya no tienen celo por la cosas de Dios, todo ha sido quitado del medio, una vez que tienen el vientre repleto. Y ya era profeta entre ellos, ya querían entronizarlo como rey. Pero Cristo huyó, enseñándonos a despreciar los honores mundanos.

Tomás de Aquino
Traducción de Carlos A. Casanova


Carlos A. Casanova

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Arte de Martin Erspamer, O.S.B.
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