La mano del Señor nos da de comer, dice el salmista;
el Señor responde a todas nuestras necesidades. De
hecho, dice el salmista, el Señor satisface los
deseos de todo ser viviente.
¿Está ciego el salmista? ¿O será
un mentiroso sin vergüenza? El mundo entero está
remojado en las lágrimas de los que sufren.
¿Cuántas personas sufren cuando su deseo se
cumple? ¿Cuántas personas lloran cuando se
satisfacen sus necesidades?
Pero aquí podríamos hacer una pausa para
considerar: ¿Cuáles son, de verdad, nuestros
deseos? Si digo que necesito zapatos rojos para complementar
mi traje, ¿Son los zapatos rojos una necesidad para
mí? Un pensamiento ridículoso,
¿Verdad?
Una necesidad es algo sin el cual no podemos vivir, de una
manera u otra. Pero cualquier persona puede vivir sin
zapatos rojos. El alimento, el agua, la ropa, dónde
refugiarse––estas son nuestras necesidades,
porque sin ellas pereceremos.
Pero estas no son nuestras únicas necesidades,
¿Verdad? Necesitamos la educación,
también. Y esto ni se acerca a todas nuestras
necesidades. Necesitamos la belleza de la naturaleza y del
arte. ¿Y qué son estas cosas para nosotros si
no las podemos compartir? Necesitamos el
acompañamiento también. Sobretodo, necesitamos
el amor.
Así que tenemos necesidad de más que el
alimento y un techo para vivir. Necesitamos la verdad, la
belleza, el amor, y el cuidado también. Esto es
porque hay más de una manera de morir. Podemos
morirnos en el cuerpo, pero también podemos morirnos
en la mente o en el corazón. Una persona
adecuadamente alimentada y cobijada pero privada del amor se
marchitará.
De hecho, son las necesidades del alma que son principales.
Cuando se satsifacen estas, aun la muerte del cuerpo no nos
puede matar. Como nos enseñan los mártires de
la Iglesia, una persona puede morirse en el cuerpo y seguir
viviendo, siempre y cuando su alma sea alimentada y cobijada
por el amor del Señor.
Entonces, el Señor mismo es nuestra mayor necesidad.
Y, sea que lo sentimos o no, nuestro deseo más
profundo es también para el Señor. Sea lo que
sea que recibamos, nos ahogaremos en desilusión si no
conseguimos a Él.
Es por esto que el salmista concluye diciendo que el
Señor está cerca a todos los que lo llaman.
Aun en el peor sufrimiento, lo que más necesitamos y
deseamos, el Señor mismo, está siempre al
alcance de la mano para nosotros. La mano del Señor
nos alimenta hasta que no deseemos más.
Eleonore Stump
Traducción de Br. Thomas Schaefgen, OP
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