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“El Cordero” es “el Pastor”

Jesús nos dice: “El Padre y yo somos uno”. Jesús es Dios que nos salva.

A Jesús se le llama “el Cordero” y es una imagen fuerte.  El cordero no es un animal adulto. A las ovejas adultas se les llama borregos y carneros, mientras que un cordero es una oveja pequeña.  Eran los corderos, o las ovejas pequeñas, las que utilizaban en rituales de sacrificio. El lenguaje bíblico alrededor de los corderos se liga al rol de víctima y sacrificio. A Jesús se le refiere como “El Cordero de Dios”, en latín lo escuchamos como “agnusdéi”.   La oración que recitamos antes de la comunión dice:

  “Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros, Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros, Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, danos la paz.”

Un rechazo al amor, siempre es el indicio de que existe opresión, injusticia y sufrimientos.

Si a las ovejas se les conoce por su vulnerabilidad y por los constantes cuidados y protección que necesitan, resulta sorpresivo aceptar que “el Cordero” es “el Pastor”.  Que alguien se hizo humano, por lo tanto, vulnerable, y que desde esa humanidad pudo salvar la nuestra.  Un Cordero se volvió Pastor de las ovejas.

Con esta imagen, Jesús quiere ayudarnos a entender la manera en que nos salva con la imagen de el Buen Pastor. Bueno con sus ovejas y bueno con sus métodos para cuidarnos y protegernos.

“Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno”.

Este no es un pastor cualquiera, es un pastor que sabe lo que es ser oveja. Un pastor que fue capaz de valorar la vida de sus ovejas sobre la suya.

Somos su rebaño.

¿Cómo podemos asegurarnos escuchar la voz de Jesús, nuestro Pastor?

Parece simple, pero no lo es:

Tenemos que confiar en las opciones de vida de Jesús y dejarnos guiar por su vida como “Cordero”.  Así es cómo podemos reconocer la voz de nuestro pastor; vivimos nuestras vidas en constante referencia y sostenidos por él.

Jesús, Cordero y Pastor, vivió entre nosotros siendo amor en acción. Su demanda más grande de nosotros fue que nos amaramos. Sin preguntar quien, sin evaluar su mérito para recibir este amor, sin exclusión. Que no se trata de no ser juiciosos. Somos fuertes denunciando injusticias, odios, violencias y manipulaciones.  En otras palabras: a aquellos que no aman.

Es en este espíritu que Pablo y Bernabé, saben que Dios ama tanto a los judíos como a los gentiles o paganos. Que Dios quiere romper los esquemas, de quien debe ser admitido y quien no. Y que la manera de entrar al rebaño es comprender “ese amor”.

Aquellos que no aceptan a los otros, ejercen un juicio a ellos mismos: “no se juzgan dignos de la vida eterna”. 

  “La palabra de Dios debía ser predicada primero a ustedes; pero como la rechazan y no se juzgan dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a los paganos.”

Juzgar no ser dignos de la vida eterna, es rechazar el amor con el Jesús vivió, el amor que Jesús nos enseñó, es rechazar la salvación.

Hoy en día, nos encontramos con opiniones encontradas de cómo ser Iglesia. De la misma manera que Pablo y Bernabé experimentaron la resistencia al mensaje de Jesús.

Estamos llamados, en medio de todas las imágenes contradictorias que estamos experimentando hoy en día, a descartar cualquier actitud que no sea la del amor de Jesús.

Cuando escuchemos excusas para no amar al prójimo, también nosotros debemos reconocer esto como un rechazo a Jesús y su amor, sacudirnos las zapatillas y seguir nuestro camino.

Me imagino que, a Pablo y a Bernabé, les dolió escuchar a algunos de sus hermanos hablar como hablaban. A nosotros, estoy segura, también nos duele escuchar el lenguaje de la violencia, odio y exclusión.  En otras personas, el rechazo a Jesús, “Al amor de los amores” nos duele y nos hace sufrir.  Un rechazo al amor, siempre es el indicio de que existe opresión, injusticia y sufrimientos.

Es por esto que nuestro “Pastor”, nuestro líder “Cordero”; “El Cordero de Dios”; el que sufrió y conoce nuestro sufrimiento, nos aliviará y nos hará partícipes del gozo eterno. Si perseveramos en el amor.

Como dice Juan:

  “Ya no sufrirán hambre ni sed,
no los quemará el sol ni los agobiará el calor.
Porque el Cordero, que está en el trono, será su pastor|
y los conducirá a las fuentes del agua de la vida
y Dios enjugará de sus ojos toda lágrima”.

 Dios me los Bendiga y Seamos Santos, ¡Amando!