Su persona animada y completa, con cuerpo, alma y
espíritu, es la prueba de que la vida y no la
muerte es el futuro del ser humano.
Hoy, nosotros celebramos a María, la Madre de
Jesús y los efectos de la Encarnación del
Verbo de Dios, no sólo en ella sino en toda
nuestra humanidad.
Según la teología que analiza los
evangelios y celebra lo que estos documentos
únicos intentan proclamar para los pueblos del
mundo, la Asunción de María celebra los
cambios en nosotros por la acción de Dios quien
se ha identificado con nosotros en la vida, muerte y
resurrección de Jesucristo. El cuerpo tan humano
de la madre del Señor está ya animada por
el Espíritu del mismo Dios. Según nuestra
fe, algún día así seremos
nosotros.
Nos hemos acostumbrados tratar a María como
nuestra madre. Sin embargo, por nuestra fe en la
comunión de los santos, sería mejor pensar
en ella mejor como nuestra hermana.
Ella se relaciona con nosotros no tanto verticalmente,
como alguien arriba de nosotros, sino horizontalmente,
como una persona que comulga al lado de nosotros, la
imagen clara de todas las mujeres que promueven la vida
humana en nuestras comunidades de fe. Ellas con ella
creen de verdad en el futuro desconocido que Dios se ha
comprometido en darnos. Las palabras de ella al
contestar la intervención de Isabel son fuertes,
insistiendo en los cambios futuros, todavía no
palpados, con que Dios garantiza la justicia, la
compasión y el amor en un mundo lleno de
opresiones, violencia y muerte.
Su persona animada y completa, con cuerpo, alma y
espíritu, es la prueba de que la vida y no la
muerte es el futuro del ser humano. Nosotros ya debemos
celebrar la resurrección en nosotros. Es una
realidad que debemos estar viviendo ahora, no esperando
el futuro, sino hoy mismo celebrando la
desaparición de todo prejuicio y la presencia de
la hermandad entre los pueblos históricos y
culturales del planeta. La resurrección concierne
no sólo la vida de cada uno como individuo, sino
la vida completa del Pueblo que ha puesto toda su fe y
confianza en Dios.
La primera lectura del Libro de Revelación habla
de una mujer que es más que María. El
pasaje se refiere efectivamente a la Iglesia que se
compara con una mujer fiel, dispuesta a dar a luz a la
criatura que ella ha cargado en su vientre por los nueve
largos meses de un embarazo. El autor no puede encontrar
una mejor figura para representar el futuro que quita
las opresiones diabólicas y provoca la unidad,
amor y posibilidad de los pueblos mejor que la mujer que
solloza con sus dolores de parto y después pone
al fruto de sus entrañas en su seno para
alimentarle con alegría. La Iglesia tendrá
que aceptar esta imagen y apreciar su relación
con el nuevo mundo que Dios produce siempre en su
presencia alimenticia.
Toda mujer, más que el varón, aprecia lo
necesario y lo bello del cuerpo humano. Ella ve su
cuerpo como parte integra de la vida del ser humano.
Parece más fácil para la mujer apreciar la
relación que existe en todo ser humano entre su
carne, su animación y su espíritu. Toda
esta realidad tripartita busca siempre una
integración total por la cual se honra y aprecia
todo lo que es y puede llegar a ser la persona humana. A
la vez, la mujer también sabe que la humanidad
vive en el peligro de lo contrario.
En nuestra segunda lectura, tomada de la primera carta
de San Pablo a los corintios, el apóstol intenta
describir la resurrección como un evento que se
desarrolla sólo poco a poco en la historia.
Según él, todo el pueblo humano
está involucrado en estos eventos transformantes
porque se trata, no tanto de la vida de un individuo u
otro, sino de la vindicación de toda la
acción de Dios en nuestro mundo. Dios no pierde;
Dios gana. La vida no se desparece; ella se prolifera y
multiplica. El amor no se entierra; se aumenta y
expande. Todos nosotros nos incluimos en el plan de
Dios. Sus promesas por medio de la familia de Abraham se
cumplen.
María, en su asunción, es parte de la
respuesta que da la humanidad a la realidad de
Jesús, hijo de Dios e hijo de ella. La
Encarnación cambia toda la humanidad para
siempre. Y, porque el cambio está en nosotros,
también se cambia la realidad del sistema
planetario evolucionado y el universo que nos ha
producido. Pablo nos dice que el mundo creado llora y
gime en su deseo de ver un cambio completo en nosotros y
toda la creación.
Al participar en la comunidad de la resurrección,
nuestro compromiso es único, producir lo que debe
producir la humanidad resucitada: la justicia,
compasión y amor del Reino de Dios en el mundo,
abandonar lo que divide y separa pueblo de pueblo y
aceptar al prójimo como imagen de Dios en nuestro
mundo. La Encarnación es un evento que cambia
todas las posibilidades de nuestra vida.
P. Donaldo Headley
Donaldo Headley
se ordenó al sacerdocio en 1958. Se
graduó con MA en filosofía y STL
en teología de la facultad pontifical
del seminario de Santa María del Lago
en Mundelein, Illinois.
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