Este domingo de la Epifanía del Señor, oímos una historia ya clásica de la inocencia en medio del mal, la inocencia traicionada por los que la debían proteger.
El Evangelio comienza con la noticia de que ha nacido un niño sin pecado. Los ángeles, raptos, pintan de música los cielos. Los pastores oyen la noticia y acuden corriendo. La estrella atrae a los magos, que se encaminan hacia allí desde tierras lejanas. Es una escena hermosa, humilde, que transmite tanta alegría a todos los que viven sobre la Tierra.
Es decir, a la mayoría de ellos. Nuestra historia cuenta de otra reacción también. La envidia. Herodes la siente cuando los magos le hacen su sencilla pregunta:
¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?
Porque hemos visto salir su estrella
y venimos a adorarlo.
¿Ha nacido el rey de los judíos? ¿Sale su estrella? Herodes, al igual que los magos, debía alegrarse con esta noticia. Pero, no. Él “se sobresaltó, y todo Jerusalén con él.” Supongo que esto sería como si algunos extraterrestres hubieran llegado a la Casa Blanca para informar al presidente de que habían escogido a otro líder para reemplazarlo.
Convoca rápidamente a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les pregunta dónde tiene que nacer el Mesías.
“En Belén de Judá,” le contestan. “Porque Dios ha prometido que un rey nacerá allí, un rey que será el pastor de Israel.” Era el mismo buen pastor que Dios prometió. Alégrense corazones inocentes.
Pero Herodes no tarda en actuar. Llama en secreto a los Magos y trata de engañarlos con una mentira, con su sinceridad fingida. Les dice que él también quiere adorar al niño, aunque su propósito es simplemente deshacerse de la competencia.
Los Magos se ponen en camino hacia Belén y adoran de verdad a Jesús. Herodes nunca llega a saber el paradero exacto del niño porque ellos se marchan a su tierra por otro camino, avisados por Dios en sueños.
Esta es la historia. ¿Qué es lo que debemos aprender?
Personalmente, me pregunto si es posible para ti o para mí mantener algo de inocencia en el mundo hoy día. Si “las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos” (Primera Lectura) tal vez el plan de Herodes sea la única solución posible: mentir, engañar, matar.
¿No se encuentra hoy día la Iglesia sumida en los pecados de los sacerdotes, obispos y laícos que traicionan a los jóvenes que han prometido proteger? ¿No es el mundo entero regido por los intereses creados? ¿Podemos estar seguros de que no seguiríamos el ejemplo de Herodes al pie de la letra si tuviéramos la oportunidad? ¿Dónde está nuestra esperanza?
Esa esperanza se encuentra en la Primera Lectura. Sí, está oscuro afuera, dice la lectura, pero una luz brilla en la oscuridad. Si levantamos los ojos y vemos la luz, si vemos al niño que duerme en un pesebre, la luz del Señor aparecerá sobre nosotros. Nuestras vidas se calmarán y nuestros objetivos se harán muy sencillos. Entregándonos a las manos del amor, mantenemos viva la llama de la luz de Cristo, cuál vela protegida del viento.
La inocencia en medio del mal. La inocencia traicionada por los que debían protegerla. Pero ahora puedes ver por qué la Epifanía es en realidad una historia de gran esperanza.
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Fr. Juan
Foley, SJ