Leí hace poco en un libro de Pedro Ribes, Nuevas parábolas y fábulas, la siguiente historia: "Una noche, un avión cruzaba el océano Atlántico. Los pasajeros estaban disfrutando de la cena, se escuchaba una música suave y la atmósfera era relajada y serena. De pronto, los sistemas de comunicación y dirección del aparato fallaron y el panel se quedó en blanco. El ingeniero de vuelo no pudo reparar la avería. El piloto se sintió presa del pánico. ¿Cómo iba a conseguir llegar a su destino? Estaba sobrevolando el océano en una noche oscura sin señales que le guiaran. Pidió a la azafata que averiguara si entre los pasajeros había algún experto en electrónica.
El piloto clavó en él su mirada incrédulo. “¿De qué está hablando?,” preguntó. “El cielo, amigo”, repuso el extraño. “Las estrellas nos guiarán. Muéstreme su mapa de ruta sobre el océano y nuestro punto de destino.” El pasajero, una persona de aspecto corriente, era astrónomo. Se sentó junto al piloto con el mapa en su regazo y los ojos clavados en el cielo. Firme y hábilmente, dirigió el vuelo. Al amanecer, el avión aterrizaba puntual en su destino.”
Cuando las señales que nos guían normalmente por los caminos de la vida se pierden, o no existen, como pasa en los desiertos, en las llanuras inhóspitas o en los mares inmensos, la humanidad siempre ha recurrido a las señales fijas y estables que nos ofrece el firmamento. Los sabios de Oriente, que nos presenta Mateo en su Evangelio, “se dedicaban al estudio de las estrellas.” Ellos no tenían las señales que los profetas, a lo largo de la historia de Israel, habían ido dejando para alertar al pueblo sobre el nacimiento del Mesías. Tuvieron que recurrir al firmamento para orientar su rumbo; por fin, en un momento, la estrella “se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. Cuando los sabios vieron la estrella, se alegraron mucho. Luego entraron en la casa, y vieron al niño con María, su madre; y arrodillándose le rindieron homenaje.”
En estos sabios de Oriente estamos representados todos los pueblos, que hemos recibido el mensaje del Evangelio. Esta es la fiesta de la manifestación de Dios a toda la humanidad, sin importar su raza. Todos los pueblos, mirando al cielo, podemos orientar con seguridad nuestros pasos hacia Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida, hasta llegar puntuales a nuestro destino.